sábado, 20 de marzo de 2021

Martillos y pantallas

 Una niña pequeña intenta ampliar el paisaje que ve desde la ventanilla del automóvil valiéndose de su dedo pulgar e índice como si se tratara de una tablet o un teléfono de pantalla táctil. Es evidente que llegada a determinada edad la niña tendrá clara la frontera entre lo virtual y lo real y no intentará cambiar el paisaje que ve simplemente deslizando su dedo, del mismo modo que no intentará coger con sus manos aquello que ve al otro lado de la pantalla. Sin embargo hay quienes ante este hecho —u otros similares— se llevan las manos a la cabeza, se mesan los cabellos y auguran un futuro apocalíptico de deshumanización total ¡Más libros y menos ordenadores! 

Quienes piensan así y tienen a los ordenadores por aparatos diabólicos que deforman la subjetividad e inteligencia infantil (y aún adulta) olvidan que el libro también es un medio tecnológico de comunicación y que la imprenta alimentada con motores que permitió la difusión masiva de los discursos fue también, hace no tanto, una innovación que había


venido a transformar las conciencias y las relaciones humanas. La propia aparición de la escritura vino a transformar nuestras mentes y nuestro mundo. Platón nos cuenta por boca de Sócrates en su diálogo Fedro un interesante mito sobre el dios egipcio Teut, inventor del cálculo y la escritura: Teut le presentó al rey egipcio Tamus sus inventos y alabó las aplicaciones y el bien que traerían a su gente. Cuando le tocó el turno a la escritura dijo: ¡Oh rey! Esta  invención hará a los egipcios más  sabios y servirá a su memoria; he descubierto un remedio contra la dificultad de aprender y retener. Ingenioso Teut —respondió el rey— el genio que inventa las artes no está en el mismo caso que el sabio que aprecia  las ventajas y las desventajas que deben resultar de su aplicación. Padre de la escritura y entusiasmado con tu invención, le atribuyes todo lo contrario de sus efectos verdaderos. Ella sólo producirá el olvido en las almas de los que la conozcan, haciéndoles despreciar la memoria; confiados en este auxilio extraño abandonarán a caracteres materiales el cuidado de conservar los recuerdos.


Si uno busca justificación de sus preferencias encontrará argumentaciones tanto para acercar la tecnología a los niños como para apartarles de ella. Hay escuelas que encuentran la panacea en el uso indiscriminado de ordenadores y otras que hacen desaparecer toda huella informática de los entornos educativos pues entorpecen el aprendizaje; como siempre los extremos terminan por coincidir formando un círculo vicioso moralizante. Del mismo modo encontraremos recetas que aseguran que los libros con ilustraciones son perniciosos para los neolectores o que los cómics y tebeos son una aberración que coarta la imaginación infantil, o que la televisión es un medio de embrutecimiento, o al contrario, una herramienta genial de educación. Este mundo —ya lo sabemos— está lleno de gente que sabe exactamente lo que los demás necesitan, muy especialmente lo que niños y niñas necesitan, así que cualquiera puede encontrar en el mercado aquellos discursos que respalden sus creencias o prejuicios. Quienes argumentan que las computadoras conectadas a la red no son más que una herramienta y que por lo tanto lo importante es lo que hagamos con ellas, los contenidos, y no el medio, si bien manifiestan una postura más ecuánime —no todos los libros son instructivos como no todos los juegos de ordenador son malos, por poner un ejemplo— tampoco aciertan del todo según la ecología de los medios de Marshall MacLuhan. 

El medio es el mensaje: esa es la metáfora que sirve de eslogan a las tesis del pensador canadiense. Todo medio de comunicación artificial es una extensión de nuestro medio natural; el cuerpo y sus sentidos. Pero toda extensión es también una amputación. Los medios abren posibilidades pero también cierran caminos. Los medios son prótesis que conectan emisores y receptores de un modo determinado. El medio no es inocuo, y los mensajes no existen independientemente de los medios por los que circulan y que los determinan. De un modo análogo la antropóloga Ashley Montagu afirmaba que en la enseñanza es el método, y no el contenido, el que constituye el mensaje: no son los conocimientos transmitidos los que educan, si no el modo, medio, de transmitirlos. De manera bastante ingeniosa Mark Twain nos decía algo similar: cuando llevas un martillo en las manos todo parece un clavo. 

Así que tanto los ecuánimes como los moralizantes tienen razón en parte y en parte están equivocados. Los medios sí conforman nuestra subjetividad y todo avance en las tecnologías de la comunicación ha sido tan determinante en la configuración de un mundo nuevo como los cambios en las fuentes de energía empleadas, pero lo que sea el mundo que construyamos dependerá de lo que hagamos con las posibilidades y limitaciones que nos ofrecen los nuevos medios (o las nuevas formas de energía); la red es tanto un sistema de vigilancia y control global como un sistema descentralizado de comunicación que permite que casi cualquiera sea emisor y productor de contenidos.

Los ordenadores y tabletas actuales son unos poderosos medios que permiten y posibilitan realizar al mismo tiempo un sin fin de tareas: mientras se edita un texto y se retoca una imagen para ilustrarlo se pueden buscar referencias en internet, escuchar música, consultar con personas al otro lado del planeta y descargar la última temporada de la serie que nos tiene intrigados. Y sólo son ejemplos. La gran diferencia de los ordenadores y su capacidad de conectarse a una red global con los medios que les han precedido – prensa y televisión - es que pasamos de ser meros espectadores a ser también actores; la interactividad es lo que les hace tan atractivos. Por supuesto las posibilidades a las que nos abre son muchas, y es lógico pensar que las amputaciones también. Pero la red está aquí, los ordenadores y smartphones están aquí, son ya parte del mundo. 

Los niños que han nacido en las últimas décadas son nativos cibernéticos de la era digital, su mundo nos es extraño, parecen moverse con una soltura misteriosa en el mundo virtual. Como en todo conflicto generacional podemos aferrarnos a un mundo en extinción o incorporarnos —críticamente— a la nueva era. Pero serán ellos y ellas quienes hagan el nuevo mundo con las posibilidades y limitaciones que les ofrece. Hasta entonces, los adultos somos los medios a través de los cuales los niños y niñas de hoy tienen acceso al mundo de la cultura y a los diferentes medios existentes: a los contenidos interactivos como a los libros, a las películas como a la música. Los adultos responsables de la educación de las criaturas somos medios, medios entre ellos y el mundo (real y virtual). Podemos elegir incluso no usar ordenadores o no ver televisión —podemos elegir que nuestros hijos no lo hagan—, pero no podemos elegir vivir en un mundo donde no existan estas cosas. 

Si tiene sentido convertirse en un activista contra las nuevas tecnologías – como los ludditas que destruían las primeras máquinas fabriles – es sólo porque ya están aquí. Yo sólo evitaría llevar todo el tiempo en la mano un martillo... hay tantas otras cosas que asir …

martes, 6 de octubre de 2020

Piojos

 


Un grupo de niños piojosos, entre bromas y a modo de burla, planteó al gran Homero un acertijo que le dejó perplejo. Venía a decir algo así: cuantos conocemos y aprehendemos esos dejamos atrás, los que ni conocemos ni aprendemos, esos llevamos encima. La aparente contradicción sintonizaría con los planteamientos terapéuticos del psicoanálisis. Elevar al plano consciente algo que opera a nivel inconsciente es el camino de la sanación. Lo que conozco, lo miro de frente, me hago cargo de ello, lo que no sé, opera en mí a mis espaldas. De esta suerte, los males del alma como los piojos, pican en tanto que nos son desconocidos, una vez localizados, estaríamos en disposición de librarnos de ellos, arrancarlos y desecharlos. Una trivialización y distorsión de este postulado del análisis se ha extendido a un sinfín de escuelas, recetarios y manuales de autoayuda que por su presencia y profusión en los estantes de las librerías deben venderse a porrillo. Sea usted consciente, lleve una vida plena. Muchos de estos discursos beben en espiritualismos nueva era y otras yerbas gnósticas que nos ofrecen transitar un camino ascendente hacia mayores grados de conciencia y por tanto de bienestar. Poco nos importa ahora de estos discursos que tengan alguna o nula validez, para nuestro propósito es indiferente que sean útiles guías para ir tirando basadas en planteamientos científicos asentados, o potajes indigestos de agarrarse los machos. Lo que aquí nos interesa es eso de que se postule la realización personal mediante la elevación de la conciencia como el camino hacia la libertad, la bondad, la sabiduría, la salud, en definitiva, la llave de la felicidad.

Lo que aquí intentamos cuestionar es precisamente esta pretensión personal. La pretensión de alcanzar individualmente la felicidad por el camino de la expansión de la conciencia y la auto realización. Lo primero que se nos plantea es que si hay tantos gurús, terapeutas, guías o coaches ofreciendo la misma mercancía es porque la demanda debe ser alta, y quien demanda su libertad, su bondad, su sabiduría, su salud y su felicidad, es porque se sospecha esclavo, malvado, ignorante, enfermo e infeliz. Quizá no sepa en qué consisten su esclavitud, su inmoralidad, su ignorancia, su enfermedad e infelicidad, pero sabe que carece de sus contrarios, y por eso los busca. Pero si volvemos a los críos cargados de piojos por cuyas bocas habló a Homero la sabiduría, de lo que se trataría es de conocer y aprehender no aquello que anhelamos, un cabello limpio y libre de piojos, si no los piojos mismos.

Porque nos tememos que pudiera ocurrir lo siguiente, que pretendiéndose uno cada vez más libre, creyéndose cada vez más bueno, pensándose cada vez más sabio, sabiéndose cada vez más sano, siendo cada vez más feliz, no estuviera precisamente impidiéndose conocer y aprehender su servidumbre, su fariseísmo, su ignorancia, su malestar y su desdicha. Sócrates mostró que la verdadera ignorancia era la pretensión de saber. Goethe recordaba que nadie hay más desamparadamente esclavo que el que erróneamente se considera libre. Sartre plantea si se puede ser moralmente bueno en un mundo estructuralmente malo. Un aforismo de Krisnamurti dice que lograr adaptarse a un mundo enfermo no puede considerarse el patrón de la salud. ¿Y si fuera así? ¿Y si la verdadera esclavitud fuese la pretensión de libertad? ¿y si la verdadera ignorancia nunca dejó de ser la pretensión de saber? ¿Y si la enfermedad fuera precisamente alcanzar la salud? ¿Y si la bondad moral de los buenos y justos constituyese la máxima perversión?

Pensamos que el problema aparentemente dialéctico de cómo una cosa en verdad es su contrario puede esclarecerse quizá tomando en cuenta lo siguiente: Si la esclavitud, la enfermedad, la ignorancia y la maldad son fenómenos sociales, que se construyen en la forma en la que los animales humanos nos relacionamos y organizamos, la búsqueda de la libertad, el saber, la salud, el bien y la justicia, deben tener el mismo sujeto que sus contrarios, las relaciones humanas, no los individuos concretos.

Sin embargo, es hoy ampliamente aceptado y parece formar parte tanto del sentido común vulgar, como de supuestos discursos positivos cientificistas, que el átomo de la sociedad, la pieza cuyo estudio nos permite conocer el conjunto, es la persona, cada persona, que encarna al ser humano. Según este lugar común ideológico, va en nuestra naturaleza que cada uno de nosotros intente alcanzar el mayor provecho de cada situación vital, y una suerte de egoísmo racional y calculador sería el motor y la base de todo grupo humano, que andando la historia habría encontrado en la llamada sociedad de mercado, su realización más perfecta. Siendo así las cosas no es de extrañar que cada cual busque a su modo la manera de alcanzar dicha realización personal, lo que garantizaría la armonía social. Al fin y al cabo ya lo dice la sabiduría popular, todos estamos en el fondo solos y cada palo que aguante su vela.

Todos tenemos que buscarnos la vida y realizarnos, definirnos, trazar nuestro camino, nuestro currículum, nuestra carrera, nuestra felicidad, en nuestras manos está y el resultado plasmado en el éxito o fracaso social es manifestación de la esencia de cada cual realizada por su propia libertad y autonomía. Parece que el mandato conócete a ti mismo se hubiera convertido en no veas más allá de tus narices. Pero no nos queda más remedio, no. Nuestras sociedades han convertido a todo individuo en un sancristobalón vadeando el río con el peso del mundo a cuestas, sólo que cargados con la autorealización de nuestro destino no somos conscientes de que es el peso del mundo el que nos aplasta, es el propio mandato de autorealización que nuestro mundo nos impone a cada cual el que nos impide autorealizarnos y desplegar nuestras capacidades libremente en coordinación con los demás.

Por eso los niños cargados de piojos que hablaron a Homero son una potente metáfora – si bien uno puede percatarse y quitarse algún piojo de encima, despiojarse es una labor de reciprocidad, nos despiojamos, tú me despiojas a mi como yo te despiojo a ti, los niños se despiojan, usan la primera persona del plural. La desparasitación mutua es la base del grupo social, su cohesión, no la autorealización del individuo, la reciprocidad, no la salvación personal, nosotros, no yo. Es ahí, en ese gesto, donde podrían hallarse nuestra salud, nuestra verdad, nuestro bien, nuestra libertad. En tanto en cuanto, necesitaremos algo más de apoyo mutuo que de autoayuda para ir tirando.

sábado, 12 de septiembre de 2020

Reconocer es reconocer del derecho o del revés.


Darle la vuelta a las cosas - ponerlas patas arriba, mirarlas del revés-, es un procedimiento común y fructífero de considerar desde otro ángulo los fenómenos, los problemas, la realidad; una estrategia, un truco para pensar desde fuera de la caja. Nada es lo mismo visto desde otra perspectiva. Según el Constructivismo - una de las corrientes psicológicas, epistemológicas y filosóficas más sugerentes de los últimos tiempos– el objeto conocido y el sujeto que lo conoce son entidades interdependientes en un proceso comunicativo de intercambio y manipulación de información, y en un sentido estrictamente literal, eso que llamamos realidad es en verdad una construcción comunicativa, simbólica, de los grupos humanos. Heinz von Foerster – uno de los padres del Constructivismo, científico investigador en el campo de la Cibernética y mago aficionado – consideraba que el realismo es la mera ilusión de que las observaciones pueden hacerse sin observador. Si aceptáramos esta tesis, que la realidad es un producto nuestro, dándole la vuelta a las cosas, valiéndonos del procedimiento retórico de la inversión, mirándolas del revés, estaríamos realmente, materialmente, transformándolas. A propósito de esto y de la palabra palíndroma del título venía a contaros una historia. 


 Un Profesor sustituto entra en un aula ingobernable. Los alumnos y las alumnas de quince años de un barrio pobre, conflictivo, desestructurado, le ignoran o amenazan, le retan o siguen indiferentes con sus juegos, cantos o riñas, negándose a prestarle ninguna atención. El profesor intenta de mil modos llegar a ellos, conversar con ellos, dar clase, hacer juntos algo de lo que se supone deben hacer, sin ningún éxito. En la pared, un gran letrero reza: todos los profesores tienen derecho a enseñar, todos los alumnos tienen derecho a aprender. Un día y otro día el profesor choca dolorosamente contra el muro de la insumisión de esos alumnos confinados en ese aula, en esa escuela, en ese barrio, en su pobreza y conflictividad; no puede quitarse el dichoso cartel de la cabeza; se le ha grabado con el fuego de la frustración y la impotencia. El tercer día entra en clase, y cuelga junto a él otro en el que puede leerse: todos los alumnos tienen derecho a enseñar, todos los profesores tienen derecho a aprender; y acto seguido se sienta en su mesa ignorando a los alumnos y se pone a leer con atención el libro que andaba leyendo: El paraíso perdido de Milton. De pronto se hace el silencio y rompen a llover las preguntas ¿no vas a intentar darnos clase? Indignación ¿Qué quiere decir ese cartel? curiosidad ¿Ese libro trata sobre el diablo? Interés. Y se anima una conversación en la que todos se involucran, también el profesor, y se quitan y se dan la razón con más orden del que se podría haber previsto intentando llegar a acuerdos: enseñar es un deber del profesor y aprender un deber del alumno, no son derechos, estamos obligados. Los profesores no aprenden y nosotros no enseñamos, quizá estaría bien que fuese así, que los profesores entraran a clase intentando aprender de sus alumnos y los alumnos intentando enseñar lo que les interesa a los profesores. Pero entonces habríamos cambiado los papeles y los profesores también tendrían derecho a enseñar y nosotros a aprender. Ya pero no sería un deber entonces, y ….¿podrías contarnos algo de lo que dice ese libro sobre el diablo? Claro, ¿Y vosotros qué me enseñareis a mí? - Dar la vuelta al cartel lo puso todo patas arriba y los días, pocos, que duró la sustitución, todos aprendieron y enseñaron algo y llevaron algo mejor el estar ahí, juntos, confinados en ese aula de esa escuela de ese barrio pobre y conflictivo. 

 Con la educación, padres, madres, maestros, profesoras, nos planteamos qué tenemos que enseñar, cómo tenemos que enseñar, qué tenemos que hacer con - y dar a - nuestros hijos o alumnos para que lleguen a ser de una determinada manera. Etimológicamente educar quiere decir conducir, llevar a alguien hasta algún lugar, y el pedagogo, en su origen, era la persona – normalmente un esclavo - encargada de llevar de la mano a algún lugar a los niños - ya que estamos a los infantes, etimológicamente los sin voz, a los que no se escucha pues no tienen poder para decidir o influir: el último eslabón en la cadena de mando. Llevar a alguien a algún lugar supone conocer el lugar al que se quiere ir y que aquel a quien llevamos lo desconoce. Desde este ángulo, niños y niñas deben ser formados, conducidos, dirigidos. Es lo habitual, en esto andamos. Pero, ¿Y si le diéramos la vuelta?


 Sé que parece increíble, pero todos los adultos hemos sido niños y niñas ¿Lo recordáis? Y todos los que ahora somos adultos hemos dejado de serlo de uno u otro modo, inevitablemente, aunque el niño y la niña que fuimos siga latiendo dentro de nosotros - débilmente en algunas ocasiones, con más fuerza en otros casos. Los niños y las niñas, cuando nacen, tienen la impresionante habilidad de aprender una infinidad de cosas, no sin esfuerzo, pero sí con una persistencia y pericia, con una determinación y aptitud, con una fluidez, que los mayores hemos perdido en gran medida. Sin ninguna instrucción específica las criaturas aprenden a voltearse, sostener su cabeza, erguirse, gatear, reptar, manipular, ensamblar, clasificar, caminar, hablar y volar a otros mundos con la imaginación. Sólo precisan de un entorno adecuado y de una relación de cariño con adultos que andan y hablan con ellos y les prestan atención. Adultos que hemos olvidado en gran medida eso que nos hace aprender y querer aprender, que nos hace querer poner en marcha todas nuestras capacidades y facultades y crecer y jugar y volar. Si le damos la vuelta, somos los adultos que tenemos el privilegio de llevar a niños y niñas de la mano quienes tenemos mucho que aprender de las criaturas y es mucho lo que ellas tienen que enseñarnos: los adultos tenemos mucho que re-conocer. Desde este ángulo, los pedagogos serán quienes acompañen a los niños y las niñas de la mano para descubrir a dónde nos quieren llevar, para recuperar quizás ese paraíso perdido, olvidado, de los orígenes, y que es en verdad el destino al que nos dirigimos ya que también le hemos dado la vuelta al camino. 


 En su libro Los niños primero, la escritora feminista Christiane Rochefort, utilizaba la siguiente fórmula para referirse a algo parecido a esto que refiero, a este posible mundo al revés que uno puede entrever si se pone a hacer el pino: Los adultos deberían rendir su poder a los niños, ponerlo a su servicio. Es una cuestión de enfoque, de perspectiva: esa rendición sería probablemente la mayor de nuestras victorias.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Jacotot / Ranciere: el maestro ignorante





JACOTOT O EL DESAFÍO DE UNA ESCUELA DE IGUALES, INÉS DUSSEL


EL MAESTRO IGNORANTE JAQUES RANCIERE

Un hecho fechado, 1818, arrastró a Jacotot a la opinión de la igualdad de las inteligencias. Esta opinión, tan sostenible como la contraria, funcionó a partir de allí como hipótesis a ser verificada. Hipótesis-festejo. Era un tiempo de fundación. "el alba de las pedagogías" se erigía como uno de los resultados de la "revolución", pero esta aurora llena de promesas se sostenía en la opinión de la desigualdad de las inteligencias, en la lamentable separación entre sabios e ignorantes. Hipótesis-lamento. Nada es verdad. Sólo se trata de ver qué vida hay bajo cada hipótesis. Jacotot comprueba que la experiencia de la emancipación se ha hecho desde siempre. La lengua materna es su índice.

"Jacotot asiste a esta nueva configuración de los saberes y los
poderes que desembocarán en la escuela pública obligatoria, en la
universidad estatal, en la pedagogía ilustrada. Y tiene bien en claro
las jerarquías que instauran, las exclusiones que las fundan, las
injusticias que causan."

"Pero hay más, porque la herejía de Jacotot sigue. No quiere educar a sus alumnos para que sean académicos que buscan la verdad; lo que vale es que sean sujetos libres, con una inteligencia emancipada, que no se sienta inferior a ninguna. No hay un saber mejor que otro: no importa que el maestro no sepa matemática o pintura, sólo es necesaria la voluntad de emancipar a los sujetos
para enseñarles a ser libres, que puede aprenderse por la matemática,
la pintura o la literatura, o cualquier otro saber. Jacotot denuncia: el
profesor, defensor del orden de saberes y poderes actual, es un
embrutecedor de inteligencias, porque sólo busca garantizar su
superioridad subordinando la inteligencia y capacidades de los otros.
El maestro ignorante, al contrario, al no tener el “saber sabio” del
profesor, al suponer a sus alumnos como iguales, puede enseñarle a
los otros a usar sus propios saberes, esto es, a desarrollar sus capacidades
de comparación, de contrastación, de argumentación. Puede
enseñarle al alumno, niño o adulto, rico o pobre, hombre o mujer,
que él o ella puede aprender si trabaja y se dedica, si pone su voluntad
en juego. Porque, para Jacotot, todos tenemos la misma capacidad de
inteligencia; es la voluntad la que la subordina, la que la distrae, la
que la sujeta."

Roger Schank; Errores educativos




Diez Errores en educación.
Por Roger Schank
trad. trait. topito gravoski. 

Evidentemente creo que el sistema educativo está cometiendo gran cantidad de errores. Aquí están mis diez favoritos, favoritos no por que me gusten sino por que su erradicación favorecería mucho que los chavales aprendieran.

Error #1: Las escuelas actúan como si aprender se pudiera disociar de hacer.

Realmente no se aprende si no se hace. Parece que se aprende sin hacer cuando pedimos a los niños y las niñas que memoricen cosas. Pero los adultos saben que aprenden mejor metidos en materia, de la experiencia, probando cosas. Niños y niñas también aprenden mejor así. Si de hecho no hay nada que hacer en una materia que queramos enseñar a niños y niñas puede ser que realmente no haya nada que niños y niñas debieran aprender en esa materia.

Error #2: Las escuelas presumen que la tarea de evaluar forma parte de su papel natural. 

Evaluar no es tarea de las escuelas. Los productos deben ser evaluados por sus compradores. Dejemos que las escuelas hagan el mejor trabajo que puedan y dejemos, entonces, que esté atento el comprador. Las escuelas se deberían concentrar en aprender y enseñar, no en examinar y comparar.

Error #3: Las escuelas creen tener la obligación de crear un currículo estándar. 

¿Por qué debería saber lo mismo todo el mundo? Qué mundo más gris si todo el mundo supiera tan sólo las mismas cosas. Deje a los niños elegir dónde quieren ir, y con la orientación adecuada elegirán bien y crearán una sociedad viva y diversa.

Currículum oculto visual; Acaso y Nuere.

En este trabajo de María Acaso y Silvia Nuere Currículum Oculto Visual: aprender a obedecer a través de la imagen (pdf) se explora el currículum oculto visual de la institución escolar.

Se entiende como curriculum oculto el conjunto de contenidos que se transmiten de forma implícita; su principal objetivo es "perpetuar de forma implícita un conjunto de conocimientos que no resultaría correcto tratar de forma explícita a través del discurso educativo tales como el posicionamiento del centro en cuanto a los sistemas de reparto de poder, el alineamiento con una clase social determinada así como la defensa de una raza, de un género, de una cultura y de una religión sobre las demás". Se trata de los conocimientos que asientan las bases del sistema patriarcal capitalista y que perpetúan el actual reparto asimétrico del poder.

El currículo oculto visual llega hasta el alumnado a través de la distribución y escenografía de los espacios generales ( arquitectura del espacio educativo,  distribución jerárquica del espacio, decoración de zonas comunes), de los espacios específicos( tipo y distribución del mobiliario en el aula, conjunto de imágenes que decoran las aulas, documentación visual de carácter didáctico), el conjunto de imágenes que los profesores utilizan en clase (diapositivas, presentaciones, vídeos y libros de texto) y del uso o no uso del uniforme.

El curriculum oculto visual es una herramienta eficaz de transmisión del conocimiento y de legitimación de valores de forma implícita. Através del lenguaje visual, las instituciones escolares nos van preparando para la vida adulta y, de forma inconsciente, el alumnado va aceptando una serie de valores que no aceptaría si fuesen transmitidos de forma explícita.

Hacer explícito el currículum oculto visual, reflexionar por qué las instituciones educativas y los profesores utilizamos las representaciones visuales que utilizamos así como analizar qué mensajes transmitimos con ellas, son algunos de los mecanismos para convertir la educación en una fuerza democrática y progresista.


Paulo Freire: pedagogía de la transformación







20 máximas.

1. Es necesario desarrollar una pedagogía de la pregunta. Siempre estamos escuchando una pedagogía de la respuesta. Los profesores contestan a preguntas que los alumnos no han hecho.

2. Mi visión de la alfabetización va más allá del ba, be, bi, bo, bu. Porque implica una comprensión crítica de la realidad social, política y económica en la que está el alfabetizado.

3. Enseñar exige respeto a los saberes de los educandos.

4. Enseñar exige la corporización de las palabras por el ejemplo.

5. Enseñar exige respeto a la autonomía del ser del educando.

6. Enseñar exige seguridad, capacidad y generosidad.

7. Enseñar exige saber escuchar.

8. Nadie es, si se prohíbe que otros sean.